una torre, un prisma perfecto
con dos hileras de
ventanas simétricas
una toda encendida y la
otra apagada
y las demás líneas
arquitectónicas
en la cima
dos luces rojas titilan
para evitar que se
estrellen los aviones
dos ojos huérfanos la
observan
detrás de la ventana
más allá envejece el
colonial
y en el medio
el vacío
ahí ahueca el pensamiento
turbio
entre las dos
contundencias de hormigón
con la náusea creciente
por la dificultad para
olvidar.
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